Introducción
Introducción
El 21 de noviembre de 1783, en los jardines del castillo de la Muette, en París, Jean-François Pilâtre de Rozier, de 29 años, y François Laurent, marqués de Arlandes, de 41, subieron a la cesta de un globo aerostático diseñado y construido por los hermanos Joseph y Étienne Montgolfier. A las 13:54, lo que más tarde se llamaría un globo aerostático se elevó ante una multitud atónita. El globo ascendió a casi 1000 metros de altitud, recorrió 8 km y, al cabo de unos veinte minutos, aterrizó sin novedad en el barrio La Butte aux Cailles. Pilâtre de Rozier y el marqués de Arlandes fueron los primeros hombres que surcaron los cielos, los primeros aeronautas.
Este acontecimiento fue precedido por un proceso en el que la audacia y el entusiasmo de Pilâtre de Rozier y del marqués de Arlandes fueron canalizados y atemperados por la legítima prudencia de los interesados, pero también por la del rey. De hecho, las primeras pruebas con globos de aire caliente fueron realizadas por los hermanos Montgolfier en Annonay, su ciudad natal, entre noviembre de 1782 y junio de 1783. Pero en esta fase los vuelos seguían sin tripulación. Había muchos peligros potenciales. ¿El globo podía ser arrastrado por los vientos de las capas superiores? ¿O incendiarse? ¿Los pasajeros podrían respirar con normalidad? ¿Morirían congelados?
Así que se decidió realizar una primera prueba con animales. El 19 de septiembre de 1783, en Versalles, Pilâtre de Rozier, que se había unido a los hermanos Montgolfier, colocó en la cesta un pato, un gallo y una oveja. Ante Luis XVI y la corte, el globo se elevó, para volver a caer suavemente unos minutos más tarde en el bosque de Vaucresson. Los animales estaban vivos y pudieron continuar las pruebas.
Los hermanos Montgolfier y Pilâtre de Rozier tuvieron competencia. Otros pioneros se lanzaron a la conquista de esta nueva dimensión mejorando el concepto del globo de aire caliente. El 27 de agosto de 1783, el físico Jacques Charles hizo despegar un globo lleno de hidrógeno desde el Campo de Marte. El vuelo, que no estaba tripulado, duró poco menos de una hora, y el globo acabó volviendo a caer a 16 km del punto de partida, donde unos campesinos asustados lo despedazaron con horcas.
La siguiente fase era una ascensión con seres humanos a bordo. Se hicieron varias pruebas para mejorar la nave y aprender a controlarla mejor, pero el globo seguía atado al suelo con una cuerda. El rey, a pesar de su entusiasmo por lo que hoy llamaríamos «nuevas tecnologías», era reacio a arriesgar la vida de los caballeros. Por eso propuso que dos condenados a muerte hicieran la ascensión, lo que naturalmente Pilâtre...
Advertencias y limitaciones
El objetivo de este libro no es demostrar que las tecnologías en general y las tecnologías emergentes en particular son intrínsecamente peligrosas, inmorales o malas. Su objetivo es más bien analizar los riesgos para sensibilizar y sugerir soluciones.
Este libro no pretende ser exhaustivo en cuanto a los temas tratados o los puntos de vista de análisis. Los especialistas en los distintos temas tratados considerarán sin duda que algunos merecen profundizar más en ellos, pero el formato del libro hace que sea necesario limitar los desarrollos. El tema de la ciberseguridad no se aborda en su totalidad, puesto que ya hay muchas publicaciones en este campo. Así que no hablaremos de ransomware, phishing, pérdida de datos, intrusiones en la red, etc., o al menos no directamente. Los temas de la vigilancia colectiva, la protección de la vida privada, el poder de las GAFAM o los riesgos asociados a las redes sociales se han tratado de forma muy exhaustiva en otros libros y no se abordarán.
Este libro no es la obra de un filósofo, un especialista en ética, un futurólogo, un antropólogo, un sociólogo, un psicólogo, un economista, un financiero, un banquero, un experto en estadística, un historiador (aunque se haga alguna perspectiva histórica), un jurista o un especialista en ciencias políticas, estrategia o geopolítica....